"Para San Antón, pone hasta el capón"... dando de comer a las gallinas, hace unas décadas...
Ya pasaron a la historia aquellos corrales de las casas con sus gallineros, conejeras, gorrineras e incluso palomares, además de los abríos...
Y todavía más, al fondo del cajón de los tiempos, las gallinas y los pollos picoteando libremente por las calles de los pueblos.
Menudos revuelos armaban las abuelas al anochecer en sus intentos de de que todas las gallinas y pollos entraran a buen resguardo en el gallinero para evitar los estropicios que hacían las temidas rabosas en las horas oscuras.
Ya en la madrugada era el gallo el que se encargaba de despertar a todo bicho viviente.
Comenzaba una nueva jornada y mientras había sesiones de lavado y despeje general, antes de desayunar, las abuelas y madres ya estaban atareadas abriendo las estancias para que los animales salieran al corral y cómo no, recogiendo en la cesta de mimbre los preciados huevos, amén de adecentar los puestos con paja.
Encontrar huevos en esos gélidos días era un pequeño pero gran momento de alegría y regocijo.
Depende de las razas, pero hay algunas gallinas que eran capaces de poner hasta 18 docenas de huevos al año, con lo que es fácil hacer la cuenta de la buena contribución que han hecho estos animales a la subsistencia diaria en tiempos de no sobrar nada.
Cuando las gallinas se criaban en casa tardaban unos seis meses de vida en poner, si coincidia con el periodo de buen tiempo, pero más tarde si era en los días de frío.
Hacia octubre "perdían la pluma" y dejaban de poner o lo hacían muy poco en tres meses.
Transcurrido este tiempo recuperaban el plumaje e iniciaban la puesta otra vez precisamente en torno al día que hoy celebramos, San Antón.
De ahí tantos refranes referidos a las gallinas...
Por San Antón, la gallina pon.
Por San Antón, huevos a montón.
Y qué manjar de dioses ese plato de huevos fritos -de gallinas de casa-, bien acompañados de magra y regados por el vino de la tierra... ah! y los huevos fritos con puntilla !!
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