Un encantador paseo por las nubes... en la recuperada y mágica Ermita de San Miguel, por las gentes de La Portellada, Aragón.
Fue a principios del siglo XVIII cuando el paisano de La Portellada, Miguel de Villarroya, costeó de su bolsillo las obras de esta Ermita advocada a su santo.
De igual modo, cedió tierras de su propiedad, para con su rédito, costear el mantenimiento del templo.
Aún se habla, por los mayores, en el pueblo, y gracias a la siempre valiosa tradición oral, que durante la epidemia de cólera de 1.885 la Ermita sirvió de Hospital para guardar la cuarentena y como los vecinos procuraban los alimentos a los enfermos dejándolos a mitad de camino de subida.
Ancestral lugar de culto y romerías, el paso del tiempo y las sucesivas guerras, sobre todo la incivil guerra española de 1.936, sumieron a la Ermita prácticamente en un estado de ruina.
Junto a la Ermita se encuentra la "Casa del Ermitaño".
Era el Ermitaño quien se encargaba de tocar las campanas para dar las horas a la población, a cambio de la voluntad.
Esta tradición se mantuvo hasta los años 60, cuando la última Ermitaña ya se bajó a vivir al pueblo.
Fue en la década de los 80 cuando las animosas gentes de La Portellada se pusieron manos a la obra para restaurar la Ermita, acondicionando el acceso y su entorno y consiguiendo, a día de hoy. un lugar sumamente agradable y de visita imprescindible para, desde sus dos miradores, interpretar el paisaje de La Portellada y toda su redolada.
La Ermita está situada en un cerro poblado con denso pinar que domina la población, y desde su altura, que un antiguo cartel nos informa que es de 665 metros sobre el nivel de mar, se ve abajo el pueblo, con su iglesia barroca (tristemente también desmantelada durante la ya nombrada guerra incivil española) y todavía dividido en dos barrios (Mas del Dalt, el alto, y Mas del Baix, el bajo).
Las vistas son privilegiadas, sobre la llanada agrícola, con el olivar y el almendro adornando el típico paisaje mediterráneo, la Val del Ferro, las amplias masas boscosas de pino, la Muela de Sant Pere Martir...
En el entorno de la Ermita hay dos fuentes, una zona recreativa cubierta, mesas al exterior, senderos acondicionados, e incluso lugares destinados a los niños.
También se conserva lo que semeja una picota-humilladero y una gran cazoleta en la roca natural con múltiples incisiones, con no menos múltiples, y valga la redundancia, interpretaciones.
Hasta la Ermita de San Miguel sube un Vía Crucis, para cuyas estaciones se han utilizado tocones y troncos de viejos árboles muertos.
A día de hoy, todavía se mantiene la tradición de "ir a hacer las cruces" todos los domingos de Cuaresma hasta el Viernes Santo.
El día de San Miguel, que como se sabe es el 29 de septiembre, se hace la romería a la Ermita, justo a continuación de las Fiestas Mayores.
Después de la misa se reparte el tradicional "pa amb oli" (pan con el maravilloso aceite del lugar).
Encima de la portada de arco de medio punto de la sencilla pero hermosa Ermita de San Miguel se encuentra un reloj de sol, de los que no necesita ni cuerda ni pilas para marcar las horas de la vida.
Si algún día venís a La Portellada, además de ir a ver el famoso "Salt", no dejéis de ver el pueblo, pequeño, pero sumamente atractivo, la mágica Cova de Sant Antoni y no os perdáis este paseo por las nubes en la Ermita de San Miguel.
Es un modelo de lo que, con voluntad y algo de dinero, se puede lograr haciendo resurgir tantas y tantas ermitas arruinadas como hay en tantos otros lugares de Aragón.
La Portellada... Comarca del Matarraña... Teruel Existe, Resiste y Enamora !!
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