Uno de los rincones con encanto -e imprescindible- de La Iglesuela del Cid, es el conjunto formado por la Fuente-Abrevadero-Lavadero de San Juan.
Se encuentra cerca y al otro lado de la rambla que cruza el pueblo y donde aún subsisten entrañables pequeños huertos familiares y es, incluso, posible ver como algunos caballos acuden a abrevar.
Una buena parte de los lavadero tradicionales de nuestros pueblos fueron construidos a finales del s.XIX y parte del XX, hasta que llegó la sagrada agua de la vida a los grifos de las casas.
Pero hasta entonces, los lavaderos supusieron un gran avance para las gentes del lugar ya que eran un gran alivio para las espaldas de aquellas mujeres que durante siglos acudían a lavar agachadas a las acequias, balsetas, regajos, arroyuelos, riachuelos...
A los lavadero acudían las mujeres cargadas de ropa en sus cestos de mimbre y bien armadas con el jabón de taco, raspador... y sobre todo, responsabilidad y gran humanidad para con los suyos.
Era una dura y esforzada tarea que, en parte, se veía "recompensada" por ser los lavaderos un lugar de reunión para enterarse de los aconteceres y acontecimientos del pueblo y redolada, charradas, cantos, cantas y vida.
El lavadero era el "centro social o las redes sociales" de la época.
El marido, los hijos, las faenas, las fiestas, los bailes, los mozos... eran la rueda por la que giraban muchas de las conversaciones femeninas.
Hoy en día, aunque quedan algunas mujeres que siguen utilizando según para que prendas los lavaderos, la mayoría han quedado en desuso y los pueblos que han logrado su conservación atesoran un patrimonio etnológico de gran valor y sobre todo, de enseñanza y recuerdo para esas futuras generaciones para las que ahora buena parte de su recorrido vital pasa por mil y un botones, teclas o pantallas táctiles.
Gran patrimonio tradicional y popular en el hechizo de La Iglesuela del Cid... Aragón.

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