Debido a su belleza han atraído a las
personas desde épocas muy antiguas, son muchos los nombres vulgares que
reciben dependiendo de cada zona por lo que no los hemos nombrado por su
nombre común, como campanotes, gatamerendas, copas de la virgen,
campanitas, y un largo etcétera.
Los narcisos silvestres apenas tienen
usos tradicionales en España, salvo por su función ornamental. Se han
recogido siempre en campo y se llevan a casa para adornar jarrones o
hacer ofrendas en Iglesias.
Los pastores saben que no los come el
ganado, por su toxicidad. Ésta, también para los humanos, varía
dependiendo del estado vegetativo de la planta, desde el bulbo hasta la
flor. Se han estudiado alcaloides muy tóxicos con efectos paralizantes,
purgantes y vomitivos. Se conoce una vieja costumbre romana de recurrir a
ellos para suicidarse.
La palabra "Narciso" procede del nombre
genérico que eligió Linneo para definir esta familia de plantas que
tomó de la mitología griega: Narciso, un joven de gran belleza
"hechizado" por su propia imagen a la que admiraba reflejada en el agua.
Aún hoy se conserva el término «narcisismo» para definir la excesiva
consideración de uno mismo.

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