"Las mujeres y sus conversaciones son las que realmente mueven el mundo"... y aquí, antaño, las había en gran cantidad y sabiduría...al compás del duro trabajo de lavados y coladas...
Parece que hace ya muchos siglos pero realmente tampoco hace tantas décadas que el agua todavía no salía por arte de magia por los grifos de las casas.
Las mujeres tenían que ir a lavar la ropa al río con abundante agua, a los pequeños riachuelos con poca o poquísima agua e incluso a los pozos o a las modestas zaicas.
Con suerte...al lavadero.
Y con mucha suerte...al lavadero cerca de las casas.
En algunos casos, la suerte era casi redonda porque el agua provenía de un manantial "caliente".
En todo caso, la faena se empezaba cerca del despertar del día...con cestos, barreños y palanganas repletos de ropas, ropajes, sábanas...
Por supuesto, el jabón era el de "casa". El mismo que se hacia con sosa y grasa, muchas veces el sobrante de la matacía o del matapuerco.
En los lavaderos más antiguos la faena había que hacerla de rodillas... En los más modernos, era de pie y mucho más cómodo, donde va a parar.
El trabajo previo ya venía desde casa...con la "colada" con los calderos para hervir el agua y la bendición del cocio.
Los lavaderos solían tener dos pilas o estanques...uno para enjabonar y el otro para aclarar.
En muchos pueblos había grandes mujeres que hacían de "lavanderas" para otras que podían pagar y ahorrarse esa dura faena.
Y de éste modo...restriego va, restriego viene... se arreglaba el mundo.
Y al igual que se hacia luego con la ropa lavada... se aireaba la vida ...en un universo propio, único y heredado de madres a hijas.
Aquí, en el silencio del lavadero de Bueña todavía es posible escuchar alguna de esas conversaciones.
Pero yo no os las voy a contar...deberéis de ir vosotros de propio a escucharlas.
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