La Primera Guerra Mundial provocó la escasez y encarecimiento del carbón inglés que abastecía a las industrias vascas e inmediatamente se pensó en la energía hidroeléctrica como alternativa. Los empresarios fijaron su atención en la cabecera del Río Cinca, por ser muy amplia y poder asegurar los caudales suficientes -Glaciar del Monte Perdido- para turbinar y producir la electricidad necesaria para la industria del Bidasoa. A través de la Sociedad Hidro-Eléctrica Ibérica se construye un entramado de presas y conducciones en las cabeceras de los ríos Cinca, Cinqueta, Barrosa y Real, que culmina en saltos hidroeléctricos como los de Lafortunada o Laspuña. La presa de Marboré fue una de ellas.
Al fondo de la imagen y detrás del pabellón-refugio se ve parte del Glaciar del Monte Perdido.
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