jueves, 6 de noviembre de 2025

Chaminera de Espierlo, Pirineo Aragonés.

 


 

 

Chamineras sin fumo en el Aragón que inexorablemente se nos muere... en Espierlo, uno de tantos y tantos centenares de pueblos sin gente, olvidados y camino de la ruina absoluta... 
Aún aguanta, milagrosamente, pero aún aguanta... la icónica y bellísima chaminera de Espierlo, pequeño pueblo del Pirineo Aragonés, sumido en la tristeza del abandono.
Solo por ver esta chimenea, que posiblemente no sobreviva a este invierno, merece la pena la andada de subir hasta Espierlo.
Es ley de vida la muerte y los pueblos no dejan de ser entes vivos.
Nacen en un momento histórico determinado, crecen, se desarrollan, entran en declive y en su devenir, también pueden llegar a morir.
Y esto mismo que le ha ocurrido a Espierlo le está sucediendo, ahora mismo, a centenares y centenares de pequeños pueblos de este bendito país de Aragón.
La peste negra asoló multitud de poblaciones allá por el siglo XIV y muchos de estos vestigios y restos medievales nos han llegado hasta nuestros días en forma, fundamentalmente, de espedregales pero también incluso con presencia de algunos muros.
En el siglo XVII, la llamada "Expulsión" de los Moriscos y también algunas pestes, provocaron otra catástrofe poblacional en Aragón.
El siglo XVIII y parte del s.XIX supusieron una gran recuperación y expansión demográfica.
Es a partir del último tercio del s.XIX y primeras décadas del s.XX cuando se iniciaron procesos migratorios en muchos lugares por las penosas condiciones de vida.
La incivil guerra española como consecuencia del fallido Golpe de Estado de 1936 y la posterior larga y tenebrosa posguerra aceleró el proceso de abandono de muchos pueblos y también la irreversible destrucción patrimonial.
Es a partir de 1955 hasta los años 70-80, durante el periodo nombrado como "desarrollismo", que consistió fundamentalmente en el vaciamiento de los pueblos para llevar mano de obra barata a industrias de ciudades y lugares privilegiados por el Régimen, cuando se aceleró el irreversible derrumbe del mundo rural.
Ni la creación de unas decenas de nuevos pueblos de colonización a costa de inundar con pantanos municipios de las montañas puso freno a la sangría migratoria del pasado siglo XX.
Hasta los años 80-90, muchos de esos depoblados todavía eran reconocibles y se podía pasear por su calles y con poco peligro, al lado de sus casas y casonas.
Ya en el 2021 es un auténtico milagro que todavía se mantegan enhiestas algunas de aquellas viejas chamineras y que hayan sobrevivido al tiempo, el olvido y al expolio algunos bellos ricos elementos de la arquitectura tradicional y popular.
Hoy en día, adentrarse en muchos de aquellos pueblos es una temeridad.
La ruina no perdona.
Primero ceden las techumbres, arrastran las chamineras y los muros interiores y al final solo quedan los esqueletos de las antiguas casas.
Lo último en caer de los despoblados son las torres de las iglesias, que suelen ser las construcciones más robustas.
Y en eso, estamos.
Lo más triste es que, a día de hoy todavía hay centenares y centenares de pequeños pueblos que han sobrevivido a aquellos años y que actualmente se encuentran en serio peligro, también, de desaparecer.
La peste actual es el ritmo cansino de abandono y olvido de los poderes públicos del Aragón y de la Expaña que fatalmente se desangra y vacía.
Es como si esperaran, pacientemente, a que las últimas generaciones que mantienen y pueblan esas pequeñas localidades se extinguieran por el mismo proceso natural, para que, ya sin voces que las defiendan, el problema vaya, poco a poco, desapareciendo...
Ya lo cantaba el gran Labordeta...
"Al aire van los recuerdos,
y a los ríos las nostalgias.
A los barrancos hirientes
van las piedras de tus casas.
¿Quien te cerrará los ojos,
Tierra, cuando estés callada?
 
 
 
 
 

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