De cuando aún llegaban cartas a Santolea, Aragón... Mariano, el cartero, en el camino viejo...
Santolea era un pequeño -gran- pueblo de origen medieval a orillas del río Guadalope en el Maestrazgo de Teruel.
Digo que era ...porque el agua que regaba sus fértiles tierras fue -como en tantos y tantos otros pueblos aragoneses de la montaña- su perdición.
En el siglo XIX llegó a alcanzar casi los 1000 habitantes pero el XX llegó con todos los peores augurios.
Otros pueblos más poderosos y con amigos aún más poderosos vieron en ese maravilloso enclave la posibilidad de acumular agua, agua y más agua.
El agua de la vida para algunos o muchos ... que significaba la muerte para otros.
Ya en los primeros años de ese siglo XX se empezó a gestar la construcción de un pantano y con ello la inseguridad para las gentes de Santolea.
Ese temor permanecería durante décadas y frenaría, en seco, las opciones de futuro del pueblo y de sus gentes.
Sería la misma espada de Damocles que pendería durante muchos años sobre las gentes de tantos y tantos lugares en los que ya se empezaba a vislumbrar que llegaban los años, los felices años de los pantaneros...los años de proyectos de pantanos mil.
En esos pueblos la gente ya empezaba a no ver sentido en arreglar sus casas y a poner la mente en que aquello -su vida de siempre- tarde o temprano se iba a acabar.
Las gentes de Santolea lo vieron pronto, y tan pronto, hacia 1919. Se comenzaban a realizar trabajos preliminares, sondeos, impermeabilizaciones, cimentaciones... la suerte ya estaba echada.
En 1932 comenzaron las obras de la presa y pronto quedarían anegadas las mejores tierras y la imposibilidad de subsistencia daría lugar a una constante emigración.
En esos años ya fueron 27 familias las que hicieron las maletas para rehacer la vida en pueblos cercanos como Cuevas de Cañart o Ladruñán... o más lejos, como Alcañiz, Binéfar, Esplús, Más de las Matas, Zaragoza...o Francia, América del Sur...
Hacia 1958, otro número importante de familias se trasladarían a los nuevos regadíos de Valmuel y Puigmoreno dejando atrás sus casas, sus tierras, sus raíces...
A partir de aquí, el pueblo cada vez agonizaría más.
Las expropiaciones fueron a más y Santolea fue quedando solo.
A principios de los 70 ya prácticamente solo quedaba el pastor.
Sin embargo, el agua del pantano nunca inundó las casas de Santolea.
Pero alguien desde arriba decidió que allí no tenía que quedar nada.
Fueron demolidas y reducidas a escombros la gran mayoría de las casas, incluida su iglesia, con su torre de tradición mudéjar.
Lo poco que quedó fue expoliado, incluido su Calvario que era de los más importantes de toda la provincia de Teruel.
Ahora, paradójicamente y después de décadas de abandono y ruina, el Gobierno de Aragón va a declarar el Calvario de Santolea como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural.
Un impulso merecido y bien ganado para hacer posible que la memoria del pueblo perviva en las futuras generaciones.
Que al menos, lo dignifiquen, arreglando la ermita, algunas capillas y las estaciones.
La foto es del gran Miguel Perdiguer nacido en Santolea en 1918 y que recogió con su cámara esos años en que a Santolea le arrebataban su vida.
Santolea no se olvida...
Santolea sigue viva en los corazones de muchos.
Id allí, los que no lo conozcáis...y lo entenderéis.


No hay comentarios:
Publicar un comentario