El acebo se considera un árbol protector por su significado en antiguas tradiciones celtas y romanas, que lo asociaban con la protección del hogar contra los malos espíritus y la mala suerte, e incorporaban ramas de acebo en celebraciones para atraer prosperidad. Hoy en día, este simbolismo perdura en la Navidad, donde el acebo sigue siendo un elemento decorativo con la creencia de que atrae la alegría y la protección. Además, el acebo juega un rol ecológico como refugio invernal para fauna y alimento para herbívoros y aves, y muchas comunidades autónomas lo han declarado especie protegida para conservar su existencia.

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