En el polvo, viento y sol del rabioso secano de Los Monegros, Aragón.
A pesar de que el regadío moderno ha transformado una buena parte de las áridas tierras de Los Monegros en campos fértiles casi sin fin... no hay monegrino que todavía conserve mil y una veces escrita en su memoria una palabra...SED.
Y es que el agua siempre ha sido un recurso vital escaso en una zona con una paupérrima media de precipitación anual, en torno a los 400 mm y siendo frecuentes los años extremadamente secos en que apenas se alcanzan los 200 mm.
Siempre se ha dicho que en muchos lugares de Os Monegros había más vino que agua...y que a veces, incluso, se hacían los adobes con él.
Esa escasez de agua es la que desde tiempo inmemorial ha agudizado el ingenio de sus gentes para preservarla, mimarla, valorarla y quererla como solo se quieren las cosas del alma.
Toda una cultura del agua plasmada en un patrimonio arquitectónico e histórico en forma de pozos, aljibes, balsas, balsazas, balsetas, rebalsetas, neveros, paleocanales en sasos y vales, acueductos - al aire y subterráneos-, balsones circulares...y más tarde, en tiempos más recientes, canales provenientes de embalses sobre ríos que bajan del Pirineo.
Patrimonio arquitectónico y cultural merecedor de una mejor consideración y a conservar para las generaciones venideras.
En tierras donde la sed y el botijo eran todo un símbolo no hay nada más milagroso que abrir un grifo y ver salir agua en abundancia.
Y de esto tampoco hace tanto tiempo... a algunos pueblos de Los Monegros no llegó el agua corriente hasta 1976.
Si, la memoria es frágil pero no hay que olvidarla nunca.
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