Con un hechizante trucador de una vieja casona del Pirineo Aragonés.
Polido trucador delicadamente modelado por el arte ancestral del ferrero d´o lugar en su danza de doma del fuego y el martillo.
Golpe a golpe dando forma al llamador de la vida.
Picaportes o baldetas que avisaban a los amos de la casa que allí, en el branquil, alguien les reclamaba su presencia.
Las aldabas, como otras singularidades de las casas, eran ya de por sí un signo de poderío social de las familias.
Más posibilidades económicas daban de sí para poder pagar y conseguir un trucador más fino, más elaborado, más hermoso, más llamativo...
Pero las cencerretas, truquem o picaport no solo denotan el estatus sino que llevan aparejadas y anhelan condiciones de protección o poderes fecundantes para las gentes, los animales y las tierras de la Casa.
Trucadores antropomorfos (de forma humana), zoomorfos (en forma de animal, como es el caso), fálicos, geométricos... pero siempre, siempre mágicos.
Aldabas antropomorfas de carácter pagano o esotérico.
Picaportes zoomorfos con figuras de animales, como sargantanas, serpientes, dragones, lagartos, leones, murciélagos, pieles de culebras... con cualidades protectoras.
Trucadores fálicos que anhelan la fertilidad para dar continuidad a la casa o conseguir fértiles cosechan para garantizar la mera supervivencia.
Otros llamadores son de difusa interpretación o donde los mismos ferreros dejaron volar su imaginación...
Pero en todo caso, auténticas e irrepetibles obras de arte que invitan a soñar con la belleza y tiempos que ya no son.
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