Ancestral Era con Borda-Pajar tradicional de las montañas y pueblos pirenaicos.
Aquí guardaban los nuestros la paja, el forraje, los aperos de labranza... y muchos saberes de las generaciones que les precedieron durante siglos y siglos.
Edificios auxiliares de la Casa, antaño indispensables en el día a día de una vida que no iba mucho más allá de la mera supervivencia.
Hace años que la vorágine de la vida ha hecho que la gran mayoría de las bordas hayan perdido su función original.
Algunas han sido rehabilitadas con mayor o menor acierto y prosiguen su andadura como segunda residencia, alojamientos de turismo rural, restaurantes...
Otras, principalmente las que no están cercanas al asfalto, hace tiempo que perdieron todas las batallas.
Y hay algunas, como ésta de Ipiés, cual espíritus libres, que todavía proclaman a los cuatro vientos su orgullo de lo que fueron y de lo que todavía son, convertidas en auténticos museos vivientes y con un futuro que prácticamente pende de un hilo.
Esta magnífica Borda-Pajar mantiene, a excepción de su visera-porche de uralita, toda su original fisonomía, con piedras bien trabajadas en las esquinas, techumbre de entrañables losetas de la redolada e incluso fecha labrada de 1837.
Y este es, un pequeño homenaje a los que las construyeron, a los que en ellas sudaron y a los que actualmente y en silencio, aún se esmeran en cuidar las viejas piedras de los suyos y sus viejos espíritus.
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