"Ipiés está situado a la izquierda del río Gállego sobre un terreno desigual donde le combaten los vientos del Norte y del Sur.
Tiene un clima templado y se compone de 9 casas de ordinaria construcción.
Su iglesia parroquial de Santa María de la Purificación está servida por un cura párroco.
Comprende los anejos de La Nave, Avenilla, Arasilla, Atos, Fanlos y Centeneros.
Confina el término por el Norte con Fanlo; al E. con Arto; al S. con La Nave y al O. con Avenilla.
Hay varias fuentes de agua que surten a los vecinos para beber y demás usos domésticos.
Tiene los caseríos denominados Hortal de Ipiés, Cerceles y Leresed.
El río Gállego pasa bañando el término con dirección de S. a O.
El terreno es pedregoso y de mala calidad, tiene algunos montes poblados de bojes.
Los caminos se dirigen a Huesca y Jaca en malísimo estado.
Reciben la correspondencia de este último punto por medio de un peatón, todos los viernes.
Se produce trigo, cebada, avenas y algunas judías.
Cría ganado lanar y cabrío.
Hay caza de liebres, conejos y perdices.
También se pescan truchas y barbos de exquísita calidad.
No se conoce otra industria que la agrícola y un molino harinero.
Tiene una población de 3 vecinos y 19 almas".
De esta forma vio Ipiés el amigo Pascual Madoz a mitades del s.XIX, así lo dejó escrito en su famoso Diccionario Geográfico Estadístico Histórico 1845-1850 y de esta manera lo hemos dejado apuntado de nuevo por aquí para amigos y seguidores.
Actualmente, Ipiés sigue conservando, más o menos, ese mismo número de casas que Madoz observó a mitades del s.XIX.
La mayoría han sido rehabilitadas pero intentando mantener en todo lo posible su fisonomía tradicional.
Sigue siendo un pequeño y tranquilo pueblo pero que hay que recorrer de forma atenta, pausada y plácidamente porque esconde detalles que nos ponen en situación sobre un pasado, muchos siglos atrás, esplendoroso.
Su misma iglesia que puede datar del siglo XVII reaprovechó viejas y mágicas piedras de su templo románico anterior.
Aún son visibles en la zona norte de la base de su torre... como también son visibles, si se observa con atención, sillares con marcas de cantero provenientes de esa misma iglesia románica en algunas casas del pueblo.
Y en su redolada más próxima aún se conservan algunas entrañas del que pudo ser uno de los monasterios más poderosos del Alto Aragón, el Monasterio de San Andrés de Fanlo, luego devenido en Pardina, la Pardina de Fanlo.
Y no lejos de aquí, aún se observan los espedregales de lo que fue Gronostrué, antiquísimo despoblado medieval.
También subsisten las viejas ruinas de la Iglesia del Despoblado Medieval de Arasiella, también luego transformado con el paso de los siglos en Pardina.
A Ipiés no hay que ir nunca con prisas ni tener ninguna prisa... si realmente se quiere disfrutar de lo que aparentemente no se ve, pero está, ya lo creo que está.
Ipiés... joyas escondidas en el Serrablo, en el Pirineo Aragonés.
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