El acebo es un árbol pequeño, de crecimiento muy lento, que puede llegar a superar los diez metros de altura y vivir hasta los cien años.
Sus hojas son perennes, de color verde oscuro, brillantes y algo duras, con espinas y el borde algo ondulado. El acebo es una especie vegetal que sabe defenderse sola gracias a esas hojas increíblemente espinosas. Sabe situar esas hojas contra el suelo para evitar que los animales herbívoros se las coman. En las copas más altas ese mecanismo de autodefensa desaparece y sus hojas son lisas.
Las bayas o frutos del Acebo son tóxicas. Tragar bayas de acebo puede provocar náuseas y vómitos, a veces acompañados de diarrea. Estos efectos pueden provocar deshidratación. Algunos niños han presentado síntomas después de tragar tan solo dos bayas de acebo.
Sin embargo, en medicina popular se ha utilizado el Acebo para tratar la artritis, reuma, gota, inapetencia, estreñimiento, fiebre y bronquitis.
El acebo cuenta con un alto valor ecológico ya que ayuda a muchas especies a sobrevivir.
Por un lado, es un fantástico alimento para los herbívoros y para las
aves, que comen sus frutos, entre ellas el Urogallo, especie en peligro
de extinción en España.
Y, por otro lado, porque los árboles de esta especie, que conservan su
hoja todo el año, sirven de refugio climático para otros animales en las duras y largas épocas invernales.
Para los celtas era un árbol sagrado, que se empleaba en el solsticio de invierno para atraer la buena suerte y la prosperidad.
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