Abuela y nieta ansotanas vendiendo té en Madrid, a finales de 1911.
Nuestras entrañables ansotanas de hoy fueron fotografiadas en la puerta del Convento de las Descalzas Reales de Madrid a finales de 1911, donde acudían a ofrecer hierbas medicinales y té, ataviadas con su indumentaria tradicional porque les servía de reclamo para vender.
Desde siempre nos han contado -y aún sigue contando la leyenda- que en aquellos duros años de finales del s.XIX y primeras décadas del s.XX las casas de las montañas aragonesas eran, sin embargo, autosuficientes.
Pero la historia, la historia real y auténtica demuestra que realmente no era así, en muchos casos.
Muchas mujeres, aparte del trabajo doméstico y los niños, realizaban faenas en el campo y con el ganado... y además, se veían obligadas durante meses a dejar su casa y su tierra en busca de otros trabajos que ayudaran a la subsistencia de la familia.
Algunas de esas mujeres eran la niña Sebastiana Puyó y su abuela Sebastiana Brun de Casa Tomasé de Ansó.
Ellas, como muchas otras, recorrían España solas, la mar de las veces, caminando, con su atuendo tradicional ansotano porque ya en aquellos años llamaba poderosamente la atención y les facilitaba vender su mercancía.
En uno de esos días, en Madrid, el pintor Joaquín Sorolla las vió y se sintió tan poderosamente atraído por ellas que las contrató para que posaran para él para la realización de un lienzo.
Duras historias que apenas salen en los libros... pero que la tradición oral ha transmitido de generación en generación.
Conviene no olvidarlas.
Nunca.
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