En un enclave de belleza auténtica, bajo la Ermita de Santa Bárbara y al lado de emblemáticos palomares, las gentes de Singra han sabido conservar y cuidar lo que antaño era uno de los centros neurálgicos del pueblo, el lavadero.
Era aquí, a la par que se realizaban las siempre duras faenas de lavado, donde se contaban las últimas noticias y aconteceres del mundo, del lugar, de la redolada y de sus gentes.
Muchos trapos limpios -alguno sucio, también-, dimes y diretes, chascarillos y alguna jotica, canta o canturreo ...
Eran los lavaderos los que de verdad veían y sentían pasar la vida.
Singra...mucho por descubrir, mucho por redescubrir... en la magia de las Tierras del Jiloca.
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