No hay muchos pueblos que todavía no tengan restos, vestigios... de lo que en su día fue -o fueron- su molino harinero.
Y salvo para algunos afortunados que han sido rehabilitados como viviendas o reconvertidos en museos o centros de interpretación...para la mayoría el tiempo huyó o se paró definitivamente para ellos.
Para el de Alpartir, situado aguas arriba, junto al viejo camino a Tobed, no muy alejado del pueblo y en un recodo estrecho del río que se lleva el mismo nombre...el tiempo también voló, pero aún sigue conservando una subyugante y rabiosa belleza.
Arriba de estos laboriosos paredones se sustentan bancales y también la balsa que cargaba de agua por su canal el cubo que daba vida y magia al molino.
La balsa o cámara de carga todavía se encuentra perfectamente delimitada en la parte superior por la zequia de traída de aguas de arriba del monte y alineada al canal que desemboca en el cubo.
El cubo circular, actualmente está enronado pero aún permite ver sus hermosos sillares.
El edificio principal ya vencido por la ruina y la vegetación no conserva maquinaria alguna.
Adosado a este y por su parte posterior aún aguanta, algo mejor, otro que también incorporaba un abejar.
En estos días de intensa calor, en un paraje casi estepario y con el río totalmente seco... uno no puede dejar de pensar en la impresionante labor de aquellas gentes que literalmente sacaban agua por petroleo y oro en un lugar que -aunque en aquellos tiempos y siglos llovería más... - no ponía las cosas fáciles sino todo lo contrario.
Alpartir...Valdejalón...Zaragoza.
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