No lejos del majestuoso Castillo de Loarre y debajo de los paredones de la Peña de San Andrés, en lugar recóndito y solitario a la par que agreste y bello, se encuentran los restos románicos de la Ermita de San Andrés.
Los orígenes de la ermita. es posible se remonten a los tiempos de Sancho III el Mayor (Sancho Garcés), en sus incursiones por la Sierra de Loarre.
Para llegar a la ermita hay que seguir desde el Castillo de Loarre, camino por pista en dirección al Castillo de Sarsamarcuello. Al llegar al Barranco de San Andrés, se remonta éste, ya por senda, con magníficios ejemplares de carrasca. Una vez superada una corta, pero áerea repisa -que pasaremos con precaución- llegamos a la base rocosa de la peña donde reposan los restos de la ermita, entre bojes y vegetación que tratan de engullirla.
Tras un pequeño trabajo de desbroce podemos admirar aún, parte de su planta absidal. También subsisten unas cuantas hiladas de su muro norte, ancladas a la roca viva.
Después de embriagarnos con esas modestas pero milenarias piedras e imaginamos, por un momento, como brotaría el agua, en aquellos años, por las múltiples surgencias de las pared rocosa, regresamos a nuestro mundo.
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| Entorno escarpado donde se encuentran los restos de la Ermita de San Andrés de Loarre. |
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Se adivinan los mismos en la zona de vegetación más amarilleada.
Lo que queda del ábside románico.
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