En un lugar de ensueño y con la mejor compañía, la monumental y entrañable Carrasca de Lecina, Alto Aragón.
Vaya por delante que, cosas y rarezas que tiene uno, no soy muy amigo ni de concursos ni de homenajes, ni de premios, ni grandes ni pequeños, ni para unos ni para otros... No creo en ellos y soy bastante incrédulo respecto a toda la parafernalia y reales merecimientos que los rodea... pero en éste caso, el premio de Árbol Europeo fue totalmente acertado.
Es una carrasca milenaria que milagrosamente salvó la vida del intenso carboneo que se practicaba antaño en la Sierra de Guara y que los vecinos y amigos de Lecina, un pequeño -gran-pueblo de apenas poco más que una docena de habitantes consiguieron ese gran reconocimiento.
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Compitió con otros trece magníficos ejemplares de otros tantos países de Europa.
La ocasión sirvió para demostrar el amor a lo nuestro, el amor a la naturaleza y sobre todo, el amor y el apoyo a nuestros pequeños pueblos en su lucha diaria por la superviviencia.
Dura supervivencia de la que hace gala nuestra querida Carrasca de Lecina, que ha conseguido llegar hasta nuestros días con sus 16,5 metros de altura, un diámetro de copa de 28 metros y una superficie de 615 m2.
Cuenta la tradición oral que solamente ella llegaba a proporcionar en los duros inviernos unos 600 kilos de bellotas para alimentar a las reses del lugar.
Ha sido testigo de innumerables pactos, se siguen celebrando bodas bajo su sombra, cuenta con sus leyendas...
Lecina es un pequeño -gran- pueblo de la Comarca de Sobrarbe, Huesca.
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