Amor, mucho amor por los abríos...
En el mundo rural de entonces, de ellos dependía buena parte el bienestar y futuro de la familia y por eso se les cuidaba y mimaba como un miembro más de ella.
Una enfermedad, una "mala pata" o su muerte constituía un desastre de gran calibre y por ello se buscaba su protección mediante la bendición de San Antón, cada 17 de Enero.
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