Altiva chimenea aragonesa, chaminera troncocónica tradicional rematada por un hechizante espantabrujas.
Cuenta la leyenda popular de estas tierras que durante las heladoras e interminables noches del invierno -y también en las del resto del año...- las bruixas sobrevolaban los tellaus buscando rendijas por las que entrar a las casas para hacer de las suyas.
Es por ello que en lo alto de las chamineras se colocaba una piedra -muchas veces toba o tosca, como en este caso-, que hacía las veces de "espantabrujas", como ahora se ha dado en llamarlas.
Para las gentes del lugar esas piedras mágicas y protectoras eran conocidas como capiscol, pilón, bichelo...
Unas veces eran simples y pequeños zaborros que destacaban por su forma o algo peculiar de su entorno, otras en forma de cruz y en ocasiones con caras terroríficasy feísmas, antropomorfas e incluso como es el caso, haciendo cierta burla a las bruixas.
También se solían colocar pucheros, cántaros o vasijas por su simbología purificadora del agua.
E incluso piedras con algún orificio que hiciera que cuando soplara el aire produjera un sonido infernal para los seres malignos.
En todo caso y por si acaso ... antes de buscar el refugio de la cama por las noches había que dejar en el fogaril las estenazas bien abiertas en forma de cruz.
No os fiéis nunca de las bruixas.
Se las saben todas.

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