Muchas de estas balsas recogían pacientemente el agua de las escasas lluvias y que se escurría por inercia natural por barrancos, regueros y "gueras".
En ocasiones el agua se decantaba previamente en rebalsetas...pero en todo caso, las balsas debían de ser, cada cierto tiempo, limpiadas y acondicionadas.
En un laborioso trabajo realizado "a vecinal" se retiraba el tarquín y los lodos que se reposaban en el fondo.
Solía ser faena de las mujeres el ir a por agua a las balsas, cargadas con cántaros sobre sus cabezas y brazos.
A veces, se apoyaban en la labor con un pequeño carro o carretillo...y en otras, se aprovechaba bastante el viaje con un carro o galera tirado por el animal de la casa y pertrechado convenientemente por toneles y cubas.
De la balsa, vuelta al camino y el agua de la vida iba a parar a los aljibes o a las tinajas habilitadas en las bodegas o fresqueras de las casas.
Ese agua, limpia, fresca y milagrosa, luego, sabía a gloria bendita.
Fotografía E. Hernández.
La Almolda... Comarca de Los Monegros... Zaragoza.

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