Poneros guapas y guapos que nos vamos de paseo por el dos veces centenario Paseo de la Independencia de Zaragoza, cuando aún, en algunas zonas, emulaba a la bella y parisina Rue de Rivoli.
Juventud, divino tesoro, elegancia y porte caminando por el paseo central, junto a unas hermosas farolas de forja, en un día, posiblemente de fiesta y aún con frío.
Cuenta la historia, cuenta la leyenda... que toda esta zona, cercana a la Huerba -río Huerva, para algunos- y lindando con lo que se considera "Casco Histórico" de Zaragoza, antes de la Guerra de la Independencia. era lugar elegido, fundamentalmente, para iglesias y conventos.
Las batallas y asedios de esa Guerra de la Independencia, destrozaron buena parte de los edificios que aquí se encontraban.
Uno de esos conventos, en parte o totalmente destruido, fue el de Santa Engracia.
Se dice que, hacia 1811, el gobierno francés que ocupaba la ciudad, decidió en este espacio crear una suerte de Vía o Paseo Imperial, siguiendo el patrón de la mencionada rue parisina de Rivoli.
Sin embargo, en 1812 los franceses dejan Zaragoza y las obras quedarían casi paralizadas hasta unas décadas después.
El llamado "Salón de Santa Engracia", llamado así en referencia al antiguo convento, se convertiría con los años y ya durante el siglo XIX, en uno de los lugares predilectos (que aún lo sigue siendo en nuestros días) de paseo por excelencia para los zaragozanos y visitantes.
El siglo XX traería para el ya renombrado Paseo de la Independencia toda suerte de cambios constructivos para los armoniosos edificios que poblaban el lado derecho de la fotografía y también, otros proyectos de cierta envergadura, aunque algunos, felizmente, no llegaran a puerto.
Uno de estos proyectos fue el intento de prolongación de la vía hasta la mismísima Basílica del Pilar.
Huelga decir lo que esto hubiera supuesto para la popular zona del Tubo Zaragozano y buena parte del casco antiguo.
Ahora nos echamos las manos a la cabeza pero la polémica llegó hasta los terroríficos años sesenta. Esos años fueron fieles representantes del desarrollismo mal entendido pero bien fundamentado y aprovechado por algunos en el vil pelotazo ladrillero e inmobiliario, y que tanto patrimonio se ha cobrado en esta santa ciudad.
El proyecto no cuajó y gracias a ello el Paseo ha seguido manteniendo en esencia su estructura y trazado original.
Aunque tampoco hay que olvidar que, esos omnipresentes poderes fácticos invisibles (algunos, no tanto...) volvieron a las andadas con la pretensión a comienzo ya del siglo XXI de la realización de un gran aparcamiento subterráneo a lo largo y ancho de todo el paseo.
La aparición de los restos de un antiquísimo arrabal, parece ser que de origen musulmán, trastocó los planes.
Los restos se volveron a cubrir, el gran parking pasó a la historia y buena parte del paseo fue ocupado -de modo exclusivo- por los railes de un tranvía.
Aunque algunos si pudieron saciar su hambre con otro aparcadero más pequeño, "Puerta Cinegia"... para lo que es mejor no darle muchas vueltas a la cabeza de lo que allí pudo aparecer y no conservarse, como también ha podido ocurrir en otros lugares de la urbe.
Pero esto, ya es otra historia.
Fotografía L. Roisin.
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