Con la magia del Esconjuradero de tronadas de Baraguás, Pirineo Aragonés.
Hubo unos tiempos en siglos pasados que en la cultura pirenaica cuando las gentes de los pueblos veían amenazados sus cultivos por la inminente llegada de tronadas y pedregadas acudían rápidos y prestos en busca del cura y todos juntos se dirigían al Esconjuradero para desde allí tratar de conjurar, ahuyentar o desviar las tormentas.
El esconjuradero, que viene de la palabra aragonesa esconchurar, era un templete abierto a los cuatro puntos cardinales y orientado hacia los campos que además de servir para tratar de deshacer las tronadas, también servía para albergar rituales -en origen paganos pero que la iglesia con el tiempo hizo suyos- destinados a esconjurar plagas y otros peligros que amenazan a las cosechas.
La vida en aquellas épocas ya era de por sí dura y podía tornarse en dramática si se perdía la cosecha de la cual se dependía todo el año.
Lo siguiente, era la inevitable hambruna.
Los Esconjuraderos son fieles testigos de aquellos ritos y tradiciones de la sociedad montañesa íntimamente relacionada con la climatología y las creencias ancestrales.
El Esconjuradero de Baraguás se encuentra pegado al antiguo cementerio y a la iglesia parroquial.
Desde aquí se dominan los campos de la localidad y buena parte de La Val Ancha, desde siempre una rica zona agrícola y despensa de muchas poblaciones pirenaicas.
Cuando se dejó de usar el Esconjuradero de Baraguás, el edificio fue destinado durante años a granero hasta que también quedó prácticamente abandonado.
Ya, en el siglo XXI, fue restaurado atendiendo e intentando respetar al máximo la fisonomía que tuvo según documentación estudiada.
En los papeles de la iglesia de Baraguás aparece la fecha de 1.652 como año de posible construcción o de alguna reparación-rehabilitación.
Baraguás... mucho a descubrir, mucho a redescubrir, en la Comarca de la Jacetania... Alto Aragón.
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