Con la mágica e hipnótica simplicidad del Románico... ábside de la Iglesia de Santa María de la Peña, Pirineo Aragonés.
Pocas arquitecturas tan desarmantes en su sencilla grandeza como el arte románico.
Robustez, solidez, limpieza de formas, el sutil inicio del hoy llamado "minimalismo", tan amado por tantos arquitectos en busca de nombre, renombre y fama... un arte medieval para la eternidad.
En los pueblos y más en lo pequeños pueblos, suele ser la iglesia su construcción más emblemática, la que marca el horizonte, la que le da personalidad...
Y Santa María de la Peña conserva su iglesia románica, además también advocada a su patrón, San Sebastián.
El templo, restaurado, conserva de sus orígenes románicos todo su perímetro así como su torre, datables en el s.XII.
La cabecera del templo lo forma el característico ábside de tambor centrado con un sencillo y pequeño vano aspillerado de derrama interior... que suele ser lo más reconocible de las iglesias y ermitas románicas.
En la parte superior, la cornisa está decorada por canecillos, algunos decorados con motivos de extrema sencillez y alejados de todo artificio.
Como detalle curioso, en la tercera hilada desde el suelo y bien centrado aparece un sillar con una cruz labrada en un círculo que algunos entendidos interpretan pudiera ser la cruz de consagración del templo.
Esta cruz labrada me ha recordado a otra que también figura en un sillar -con aspecto más deteriorado- en la también iglesia románica de Urriés, en las Altas Cinco Villas, aunque en este caso no es de brazos simétricos sino más bien tipo cruz patada o cruz templaria.
La magia del románico en Santa María de la Peña, Reino de los Mallos, Comarca de la Hoya de Huesca... Alto Aragón.
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