Cuenta la historia, cuenta la leyenda...que este castillo pertenecía ya en el año 1186 a la familia Azagra, Señorío cristiano de Albarracín, aunque sus orígenes pueden ser bastante anteriores.
La fortificación, a lo largo de su historia bien pudo ir alternando sus función defensiva avanzada de la población con las de salvaguarda del Acueducto romano que discurre debajo del promontorio rocoso donde está ubicada.
Aún conserva una de sus puertas de ingreso adintelada con vistoso rodeno rojo y protegida por un torreón cilíndrico fortificado por bellas troneras enmarcadas en sillares.
Hasta aquí llega uno de los senderos...por el que la prudencia aconsejaba ya no seguir.
Otro de los senderos asciende hasta el recinto superior, donde se mantiene erguido hacia los abismos del río Guadalaviar, un robusto muro almenado unido a un torreón rectangular.
Cuentan que hasta mitades del siglo pasado el castillo aún se conservaba dignamente pero cuando fue desprovisto de la madera de sus suelos comenzó su imparable ruina hasta nuestros días...
Ruinas, bellísimas ruinas impregnadas de memoria y desidia y que aún proclaman a los cuatro vientos la importancia de este lugar de Santa Croche en los vaivenes de la historia y cuyos ecos resuenan por todos los rincones de la Sierra de Albarracín, clamando, al menos, por su consolidación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario