Los últimos rayos de sol del día acarician lo que aún es un valioso patrimonio arquitectónico y cultural, construcciones tradicionales y fieles testigos de aquellos años en los que se guardaba en ellos la paja de la vida.
Eras y pajares, elementos indisolubles del paisaje rural e indispensables para las diferentes actividades agrarias que hasta bien entrados los años 70 del pasado siglo eran la principal ocupación de las gentes de los pueblos.
La paja, a la que aparentemente y en general se de le daba poco valor, era sin embargo muy apreciada por los hombres del campo.
Los pajares eran los encargados de guardala y conservarla en buen estado, al menos durante un año.
La paja era alimento económico para los abríos y los animales de la casa.
Se solía extender en las cuadras, gallineros, conejeras... y junto con los excrementos de los animales producían un ciemo de gran calidad que luego se utilizaba para abonar campos y huertas.
En la construcción, la paja se mezclaba con agua y arcilla para dar forma a los adobes.
Y más antiguamente, allá por el siglo XIX y cuando todavía existía la Nevera comunal, la paja se utilizaba para dar forma a las diferentes capas de hielo, contribuyendo de este modo a que se conservara lo máximo posible.
En algunos pajares también se guardaban, si había espacio, los útiles realacionados con la cosecha: trillo, hoces, zoquetas, dallas, jabega, horcas, la pala de ablentar, barrastra y barrastros, balago, vencejos, robo, criba y cribón, rastrillos...
Los pajares tradicionales de La Hoz de la Vieja se levantaron con los mismos materiales más próximos de la redolada y están construidos en su mayor parte por mampostería, adobe y tapial.
La Hoz de la Vieja... pequeño -gran- pueblo de la Comarca de las Cuencas Mineras... Teruel Existe, Resiste y Enamora !!
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