Desde los orígenes del tren, el Jefe de Estación ha sido uno de los oficios más reconocibles y representativos del mundo del ferrocarril.
Era la máxima autoridad, el punto de referencia para todos los que se encontraban en el destino y origen de los trenes, en un ir y venir sin parar.
El Jefe de Estación controlaba todo lo que ocurría en su territorio y era el responsable del buen trasiego de trenes y buen hacer de empleados.
Era, en última instancia, el que permitía la salida o no de los diferentes convoyes, fueran de mercancias o de viajeros.
No hay nada como una vieja Estación de Tren, en desuso, unas veces siemplemente abandonada y otras, tristemente arruinada, para calibrar que el llamado "progreso" no solo ha acabado casi del todo con este oficio sino también, es una muestra del paso del tiempo y del declive del mundo rural.
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